8 de diciembre de 2015

GALLETAS DE HARINA DE COCO CON DÁTILES


Hay ocasiones en las que decidimos hacer algo nuevo, dar rienda suelta a nuestra creatividad y disfrutar de la libertad de hacer lo que nos de la gana en la cocina. 

Pues bien, estas galletas son fruto de todo lo contrario. 



Esta receta es la consecuencia de lo que pasa cuando vas al supermercado y compras algo que han puesto en oferta. En mi caso, la harina de coco.

Cuando compras ese típico ingrediente por probar, sin pensar lo que puedes hacer con él (que levante la mano al que nunca le haya pasado) y luego ves que pasa el tiempo y se acerca su fecha de caducidad. Y no es por el precio (había pasado tanto tiempo que ya ni me acordaba...) es por orgullo propio. En mi pequeño, caótico y delirante mundo no puedo verme a mi misma derrotada por un paquete de harina de coco.

Así que empecé a investigar. Mucha receta paleo, mucho brownie y muy pocas ganas de probar lo que estaba viendo. Y mira tú por dónde, me puse a probar y me salieron estas galletas. 

Cual Dr. Frankenstein a su monstruo, les tengo mucho cariño. Son mis pequeñas criaturas, perfectamente imperfectas, con un sabor que adoro y una textura seca y extrañamente adictiva. Además, al no llevar lactosa ni gluten son una buena opción para preparar a esos seres queridos que tengan problemas de alergias o lleven una dieta especial.


Nivel de dificultad: fácil
Tiempo de preparación: Si tardas más de 30 minutos eres una tortuga.


Ingredientes 

100g de aceite de coco
75g de azúcar
125g de harina de coco
75 g de dátiles (yo he usado del tipo Medjool)
1 huevo grande



Preparación


1   Precalentar el horno a 150ºC (325º F), calor arriba y abajo.

2   Batir el azúcar con el huevo con la ayuda de unas varillas (a mano o a máquina) hasta conseguir una crema espumosa y clara. Añadir el aceite de coco y batir durante un minuto más.

3   Deshuesar, picar los dátiles e incorporarlos a la mezcla anterior. Batir durante un minuto y dejar que se deshagan ligeramente en la masa.

4   Añadir la harina de coco y mezclar hasta conseguir una masa homogénea.



Harina de coco, más conocida como la generadora de caos en mi casa.





5   Tomar cucharadas de la masa, hacerlas bolitas (algo más grandes del tamaño de una nuez) y aplastarlas ligeramente.







6  Hornear a 150ºC (325 F aproximadamente) durante 15 minutos y dejarlas enfriar en la bandeja o sobre una rejilla.




Consejos


  • Si los dátiles que has comprado están muy secos, ponlos 10 minutos a remojar en agua caliente. Tras este tiempo, escúrrelos y trocéalos.


  • He probado a hacer esta receta usando aceite de coco refinado (de sabor neutro) y sin refinar. La única diferencia que se puede apreciar es un sabor más intenso a coco cuando se usa el aceite virgen.


  • Si tu casa esta muy fría es mejor que utilices el huevo a temperatura ambiente o que calientes el aceite de coco unos 10 segundos en el microondas para que sea más fácil añadirlo a la crema de huevos. Para los que no lo sepáis, el aceite de coco se mantiene en forma de líquido transparente por encima de los 22-24 ºC y por debajo de los 21 ºC se vuelve sólido y blanquecino.


  • La temperatura y el tiempo de horneado son orientativos, ya sabéis que cada horno es diferente. Echadle un ojo a partir del minuto 10.







2 de septiembre de 2015

QUICHE DE KALE O COMO USAR HOJAS VERDES


Esta entrada intenta ser una carta inspiradora, un empujón para salir del atolladero del "no sé que preparar con esto". 

Me dirijo a todos vosotros en modo discurso peliculero para motivaros cuando tengáis que cocinar con un ingrediente inesperado. En mi caso el ingrediente es el kale, un tipo de hoja verde muy dura (y algo apestosilla) que en realidad es una col. Y aunque sé que no os interesa, os contaré mi historia.

Erase una vez una española (del sur, escandalosa y con muy mala leche temperamento) que tuvo que mudarse a una tierra lejana en upstate NY, territorio de jipis y estudiantes de Cornell. Allí siguió el consejo de unos amigos y se apuntó a un CSA, algo así como una tarifa plana de verduras locales. Este año, decidió compartir una caja semanal con otros amigos y se encontró con la cruda realidad: que los locales idolatran al kale (en otros sitios conocido como col crespa) porque por lo visto es una de esas verduras que entra en la dudosa categoría de superfood
¿Qué hacer con uno o dos manojos de kale a la semana? Pues entre rehogarlo con ajito, meterlo en lasañas de verduras, guisos (no muchos porque aquí el calor cuando pega, pega de verdad) y demás inventos para salir del paso, esta española encontró el modo de esconderlo en una quiche. Una quiche simple y sabrosa que hace que se nos olvide que estamos consumiendo este ingrediente tan poco agraciado.

Moraleja: no tiréis la toalla con los ingredientes que no sean totalmente de vuestro agrado. Siempre podréis sacar algo bueno.






Nivel de dificultad: medio
Tiempo de preparación: Una hora y media como mucho, incluyendo el tiempo de horneado. Si preparas la masa en casa tienes que contar con 1h y 15 minutos (de los cuales solo 15 minutos son de trabajo) más.



Ingredientes para la masa quebrada

200g de harina de todo uso o de repostería
100g de mantequilla
1 huevo
15g de azúcar 
1/2 cucharadita de sal



Preparación

1   Desmenuzamos la mantequilla fría dentro de la harina con los dedos (podemos usar el robot de cocina para este paso). 

2   Añadimos la sal, el azúcar y el huevo y mezclamos bien. Añadimos un chorrito de agua si es necesario hasta que la masa no tenga restos de harina seca. Mezclamos lo justo hasta conseguir una masa homogénea.

3   Hacemos una bola, cubrimos con film y metemos en el frigorífico durante una hora

4   Precalentamos el horno a 180ºC (350º F), unos 20 minutos antes de meter la masa en el horno. 

5   Estiramos la masa con un rodillo usando un poco de harina para que no se nos pegue y colocamos en el molde para el horno (yo he usado uno de 28 centímetros). 

6   Pinchamos la masa con un tenedor y colocamos un trozo de papel para hornear encima. Cubrimos el papel de hornear con legumbres o bolas de cerámica y horneamos a ciegas durante 15 minutos. Retiramos las legumbres y el papel de hornear y volvemos a meter en el horno unos 5-10 minutos, hasta que la base este cocinada.



Masa antes del horneado



Para los que utilicéis una masa comprada para hacer la receta, tenéis que empezar por el paso número 6 del apartado anterior.




Ingredientes para el relleno

150 g de hojas de kale listas para usar*
1/2 cebolla pequeña picada muy fina
1 cucharada de mantequilla o aceite de oliva
1 tomate pequeño
240ml (una taza) de leche evaporada o nata 
3 huevos
50g de queso curado rallado (yo he utilizado uno estilo grana padano
2 cucharadas de piñones

*Para esta receta puedes usar espinacas, acelgas, grelos, etc. incluso bok choy (pica bien el tallo y rehógalo antes). 



Preparación

1   Ponemos a hervir una olla con agua y un puñado se sal para blanquear el kale (puedes saltarte este paso si utilizas un tipo de hoja más tierna). Precalentamos el horno a 180ºC (350º F), calor arriba y abajo.


2   En una sartén, añadimos una cucharada de aceite de oliva o mantequilla y cocinamos la cebolla con una pizca de sal a fuego medio hasta que este dorada. Apagamos el fuego una vez esté lista.


3   Si vas a utilizar kale, tienes que tener en cuenta que la parte del tallo no es comestible y que hay que hervir las hojas un par de minutos para ablandarlas. Una vez hervidas, dejamos que se enfríen un poco y las picamos bien para que la quiche se pueda comer fácilmente (no hay nada peor que encontrarse una trozo gigantesco de hoja en este tipo de tarta salada)




Kale ruso rojo a la izquierda y kale lacinato a la derecha








4   Añadimos el kale a la sartén con la cebolla y rehogamos durante unos 5 minutos. Si vas a utilizar otro tipo de hoja (espinacas, acelgas...) tendrás que rehogar los tallos finamente picados junto con la cebolla ya cocinada unos 5-10 minutos antes de añadir las hojas troceadas. A continuación, añadimos los piñones (tostados o crudos, dependiendo de nuestro gusto).


5   Quitamos las semillas del tomate, lo picamos en trozos pequeños y lo añadimos al resto de las verduras. Retiramos la sartén del fuego.


6   Batimos los huevos con la leche evaporada (o nata), añadimos la mayoría del queso y salpimentamos. Añadimos las verduras a la mezcla anterior y removemos bien.


7  Vertemos la mezcla sobre la masa de la quiche esparcimos el resto del queso por encima y horneamos durante unos 25-30 minutos. 







Consejos

  • Se puede servir caliente, tibia o a temperatura ambiente acompañada de una ensalada verde (el punto picante de la rúcula le va fenomenal).

  • Se puede congelar sin problemas.

  • Probad a añadir un poco de albahaca o una pizca de nuez moscada al relleno. No olvidéis que las hierbas y las especias nos ayudan a salir de la monotonía en la cocina.





  Receta de masa quebrada adaptada del blog María lunarillos.

 

16 de agosto de 2015

MUHAMMARA


La Muhammara (enrojecido en árabe) es otra de las maravillas que nos ofrece la cocina de oriente medio. Según los sirios, es originaria de la ciudad de Alepo, aunque los libaneses, los turcos y los jordanos reclaman la paternidad de este plato.




Esta pasta para untar hecha a base de pimientos rojos y nueces es algo así como la prima buenorra del hummus y el baba ganush: más intensa, más sabrosa y más llamativa. 

Desgraciadamente tiene un pequeño pero, un ingrediente imprescindible que suele ser difícil de conseguir en España: el sirope de granada. Si no lo encuentras en un comercio árabe o en la zona de productos internacionales del supermercado siempre lo puedes hacer en casa fácilmente. 

Merece la pena.

Tiempo de preparación: 5 minutos si tienes todos los ingredientes listos
Nivel de dificultad: Fácil




Ingredientes


3 pimientos rojos asados (unos 200g una vez pelados)
100g de nueces
60g de pan
50ml de aceite
1 diente de ajo
zumo de medio limón (o más al gusto)
1/2 cucharadita de comino en polvo
1/4 de cucharadita de guindilla seca picada 
2 cucharadas de sirope de granada





Preparación


1   Lo primero es asegurarnos de tener todos los ingredientes listos. 

Si tienes que asar los pimientos en el horno (mucho más recomendable que comprarlos asados), mi consejo es que hagas más cantidad de la que necesitas. Ya que vas a tener el horno encendido un buen rato es mejor aprovechar y hacer una buena tanda. Para los que no lo sepáis, la carne de los pimientos asados se puede congelar sin problemas, así que una cosa menos en la que pensar cuando os decidáis a repetir la receta. Si esto de asar pimientos es nuevo para vosotros tiene cero dificultad: con el horno a 220ºC (algo menos de 450º F) ponemos una bandeja con los pimientos y los cocinamos durante unos 40 minutos, dándoles un par de vueltas durante la cocción. Una vez los saquemos del horno tenemos que dejar que suden tapados para poder retirarles la piel fácilmente. 

Si no has podido encontrar el sirope o melaza de granada es fácil de hacer en casa: solo necesitas 600ml de zumo de granada, 200g de azúcar y un chorrito de zumo de limón. Llevamos todos los ingredientes a ebullición y dejamos reducir a fuego medio hasta conseguir una jarabe no muy espeso (una vez frío espesará un poco más). Os saldrá mucho más sirope del que necesitáis para la receta, pero merece la pena y lo podéis guardar en un tarro en el frigorífico hasta el fin de los tiempos.

2   Colocamos los ingredientes en un robot de cocina o en otro recipiente para triturarlos (no he probado a hacerlo con la batidora pero estoy segura de que con paciencia se puede hacer) y procesamos hasta obtener una crema.

3  Es aconsejable enfriar en la nevera (aunque no obligatorio) antes de consumir.



Consejos

  • He probado esta receta con muchas variaciones: sin ajo, sin picante, con más o menos cantidad de pimiento, más o menos comino y siempre sale genial. 

  • Sin embargo algo que considero imprescindible es el sirope de granada, porque es lo que le da ese toque tan característico.

  • La Muhammara pide a gritos ser acompañada con pan de pita o cualquier otro tipo de pan de calidad. En Siria se sirve tibia como acompañamiento de kebabs, carnes y pescados a la brasa.


Esta receta ha sido elaborada tras consultar muuuuuchas fuentes en la red.

20 de julio de 2015

NUTELLA CASERA


De todos estos meses en los que no he publicado nada no ha habido un solo día en que no me haya acordado del blog. Blog y procrastinación, unas palabras muy de moda en la actualidad. Ha llovido mucho (figurada y literalmente) desde la última entrada, pero ya estoy de vuelta y tengo que confesar que me siento de lo más malvada...







Oh si, malvada. Porque lo vais a lamentar desde el primer momento en el que os pongáis manos a la obra con esta receta. No habrá vuelta atrás. No podréis dejar de dar vueltas a las pecaminosas variaciones que ofrece esta Nutella casera. ¿Por qué no probar la próxima vez usando chocolate negro y añadiendo una cucharadita de café soluble? ¿o tal vez sustituir chocolate blanco por el chocolate con leche? ¿qué tal quedaría con otro tipo de frutos secos? Amigos míos, estaréis perdidos. Un supermercado no va a ofreceros la variedad de cremas para untar que vais a conseguir hacer en casa. Nada volverá a ser igual.



Tiempo de preparación: Un suspiro
Nivel de dificultad: Fácil
Equipamiento especial: Accesorio picador de la batidora o robot de cocina. 



Ingredientes

100g de avellanas tostadas (mejor sin piel)
30g de nueces
350g de chocolate con leche de la mejor calidad
2 cucharadas de cacao en polvo sin azúcar (tipo Valor)
2 cucharadas de aceite de sabor suave tipo girasol o canola
1 pizca de sal
2 cucharadas de azúcar glas

Opcional: unas gotas de extracto de vainilla



Preparación


1  Picamos el chocolate con leche en trozos del mismo tamaño y lo derretimos en el microondas durante un minuto. Removemos bien y derretimos a intervalos de 30 segundos hasta que no queden grumos. Es importante no sobrecalentar el chocolate y remover bien.  


 2  Trituramos las avellanas y las nueces en el robot de cocina. Con una espátula de silicona, despegamos los restos de frutos secos que no alcance la cuchilla y seguimos picando hasta conseguir una pasta.





3  Añadimos el aceite, el cacao y el azúcar glas a la pasta de nueces y avellanas y seguimos batiendo hasta conseguir una pasta muy fina y líquida.


4  En un cuenco mediano, añadimos el chocolate con leche derretido, la crema de frutos secos, la pizca de sal y el extracto de vainilla en caso de que lo utilicemos. Removemos muy bien y pasamos por un colador para eliminar los trozos de frutos secos más gruesos (os saltáis este paso si os gustan esos grumitos). Colocamos en un par de botes de cristal con su tapadera y ya está.    



 
Consejos

  • Esta crema es muy líquida recién hecha, pero tiende a solidificarse a temperatura ambiente. Para devolverla a su estado cremoso solo hay que calentarla 10 segundos en el microondas. Aunque en los sitios donde haya mucho calor seguro que ni hace falta.

  • Si eres un radical nutellista esta receta no te gustará. Una preparación casera jamás se igualará a una industrial. Eso es así. Aunque en mi opinión, una preparación artesanal siempre será mejor.
 
  • ¿Y el pan? Pues yo me decanto por un pan de molde casero con copos de avena, fruto de mi última adquisición en materia panaderil, el libro Bread (según muchos, una de las "bilbias" del pan) del gran maestro Jeffrey Hamelman. Si os interesa en español lo tenéis traducido por el archiconocido Ibán Yarza. 










 Receta adaptada de The Splendid Table

13 de abril de 2015

HAWÁI PARTE III: LA ISLA GRANDE


La isla de Hawái, también conocida como la Isla Grande (para evitar confusiones con el estado de Hawái), fue la última parada en nuestra escapada invernal.

A pesar de las adversidades meteorológicas (las playas estuvieron cerradas por el oleaje casi todo el tiempo) puedo decir con toda seguridad que la Isla Grande fue la guinda de nuestro viaje. 

La sensación de verte rodeado de piedras con formas imposibles creadas por las continuas erupciones volcánicas es una sensación difícil de explicar. No necesitas usar la imaginación para ver cómo nació la isla de Hawái. Puedes ver mareas de lava petrificada (llamada pahoehoe por los nativos) bajando por las colinas y llegando al mar y campos de a'a (nombre hawaiano que se le da a las piedras volcánicas puntiagudas) hasta donde alcanza la vista. Es curioso que a pesar de considerarme una persona racional (que además vive rodeada de científicos), sentía la isla como un organismo vivo y salvaje, deseoso de sacudirse la gente de encima. Creo que fue esa mezcla de temor y fascinación, junto con el sentimiento de que probablemente no volviéramos a estas islas del fin del mundo lo que hizo que viviéramos el final de nuestro viaje de una forma muy especial.

La llegada a la Isla Grande fue algo peculiar, ya que el Dr. Marido y yo éramos los únicos tripulantes del vuelo que tomamos en Maui. Dos tripulantes, dos pilotos y una pequeña (aunque no más que la de Puerto Rico) avioneta. El viaje fue corto y tranquilo, con unas vistas espectaculares de la costa y de las ballenas que merodeaban por la zona. 



Aterrizamos en menos de una hora y nos dirigimos hacia nuestro alojamiento, un pequeño Bed and Breakfast en la zona de Kailua Kona. Como de costumbre echamos mano de tripadvisor + guía del Lonely Planet para buscar un sitio para comer. Al final decidimos probar en un vietnamita muy bien valorado y muy económico, el BaLe Kona.



Ensalada de papaya verde y gambas














Esa misma tarde nos acercamos al mercado de los granjeros más cercano para contemplar las maravillas que ofrecía la isla: aguacates gigantescos, papayas a precios bajísimos, piñas doradas de Maui, plátanos de todo tipo y un sinfín de frutas exóticas que me eran imposibles de identificar. 



Mercado en la Isla Grande de Hawái

Por la tarde nos acercamos a la playa a mirar a los pocos surferos que decidieron no hacer caso a los carteles que prohibían el baño. Nos relajamos, nos compramos un coco y nos dedicamos a contemplar el océano Pacifico embravecido.



Esa misma noche cenamos en un restaurante de cuyo nombre no quiero acordarme, en el puerto. Llegamos muy ilusionados y volvimos algo decepcionados con la calidad y la preparación de los platos. Pedimos unas gambas peel and eat (para pelarlas y comérselas... servidas sin cabeza, porque aquí no les gusta que les recuerden que el bicho era un ser vivo) que estaban cocinadas sin sal y servidas con una generosa cantidad de Old Bay (un condimento que se le pone al pescado en los USA) por encima. La salsa para mojar, una especie de aceite al limón, que ni sabía a aceite ni a limón, remataba este plato que me dejó triste y recordando mis adoradas gambas blancas de Huelva. Lo único positivo de la cena fue el descubrimiento de esta cerveza:


Cerveza aromatizada con fruta de la pasión.

Al día siguiente, nos dirigimos al Volcanoes National Park, a visitar el cráter del volcán Kilauea, donde según la leyenda vive la malhumorada diosa Pele.


Intento recordar los detalles, todos esos paisajes imposibles de piedra negra y cielo azul, las chimeneas de sulfuro, los tubos de lava, el cráter del Kilauea al anochecer... y me quedo si palabras para describiros lo salvaje y hermosa que es esta isla.
 

Volcanoes National Park


Para bien o para mal, el segundo día las playas seguían cerradas. Así que decidimos volver al parque nacional y ver todo lo que no nos había dado tiempo el día anterior. También aprovechamos para acercarnos a Hilo, la ciudad más grande y más especial de la isla. Estuvimos allí varias horas, más que nada porque no queríamos irnos sin visitar la capital del buenrollismo de la Isla Grande. Se dice que la gente en Hilo tiene una forma especial de vivir la vida... quizás sea algo relacionado con haberse enfrentado a dos tsunamis y las erupciones del volcán Mauna Loa, quién sabe.

Una vez llegamos a Hilo, nos acercamos al farmers market para contemplar, por última vez en Hawái, a locales y turistas comprando productos frescos y artesanía. Le eché el ojo al puesto de una señora mayor que vendía pasteles y panes y me compré un pan de plátano (es como llaman por aquí al bizcocho de plátano) con unas pequeñas y misteriosas hebras oscuras que estaba de muerte. Por cierto, todavía me arrepiento de no haberle preguntado que **** eran esas cositas oscuras en el bizcocho, porque sigo buscando en internet y nada, ese misterioso ingrediente no aparece en ningún sitio (¿será el tipo de plátano?). 
En ese mismo puesto vendían tres tipos de sushi musubi. El más popular, el Spam musubi, se terminó de vender delante de mis narices.
















Es curioso como el Spam (abreviatura para spiced ham, que en español sería algo así como jamón especiado) se ha llegado a convertir en un básico de la cocina en Hawái. Todo esto empezó en la II Guerra Mundial, en el periodo en que Hawái se encontraba bajo la ley marcial y se dejó de importar carne fresca ... y al final se ha convertido en el ingrediente clave para platos como el Loco moco,  el típico desayuno caliente, o el omnipresente Spam musubi.


Después de pasar mucho calor en el mercado, decidimos ir a un japonés para comer tranquilos y a la sombra.


  
Pedimos un rollo de anguila y aguacate, que venía acompañado de su sopita de miso (riquísima, como siempre) y una porción de jurel asado servido en formato bento. A estas alturas, ya no recuerdo el nombre del sitio, pero si la amabilidad del servicio y la tranquilidad del local.


Al día siguiente, tras un desayuno en compañía de los gold dust day geckos, intentamos ir a la playa.




Una vez más, no fue posible (la costa seguía azotada por olas mostruosas). Tuvimos que conformarnos con hacer un picnic en el coche y seguir explorando un poco a lo loco. Para aquel entonces, ya estaba un poco harta de comer poke y estaba empezando a engancharme al sabor de las ciruelas encurtidas pulverizadas. La piña fresca con polvos de Li Hing estaba deliciosa.


































Esa noche fuimos a un restaurante que nos recomendó una familia argentina que conocimos en el Bed and Breakfast. El restaurante del Kona Inn, la posada más antigua de Kailua Kona, un buen restaurante según mucha gente. Según nuestra experiencia... del montón. Sin tener en cuenta que se olvidaron un poco de nosotros (parece que faltaba personal para servir las mesas), la comida estuvo correcta en el caso del calamar frito y el filete de ono al horno con puré de patatas y bastante reguleras en el caso de la ensalada. Lo siento, pero si lees que la Isla Grande es famosa por sus tomates, y te pides una ensalada de tomates locales, lo último que te esperas encontrar es esto:







































No sé si podéis apreciarlo en este horror de foto, pero la proporción de cebolla supera a la de tomate, algo que bajo mi punto de vista (como entusiasta del tomate que soy) es inaceptable. Además, lo peor era que los tomates se parecían demasiado a los que compro en Invernalia fuera de temporada. Una pena.

Al día siguiente terminamos de hacer las maletas y abandonamos el Bed and Breakfast con un nudo en el estómago. Por lo visto, teníamos otra tormenta de nieve azotando la costa noroeste de los estados unidos y aunque nos quedaba todo el día por delante para despedirnos de la isla, la sensación de que probablemente nos quedamos tirados en el aeropuerto de Los Ángeles no nos agradaba mucho.

Afortunadamente pudimos olvidarnos de los vuelos de vuelta porque por fin, en nuestro último día, las playas estaban abiertas. Nos fuimos directos a la Two Step Beach porque el Dr. Marido había leído que era uno de los mejores sitios para bucear en la isla. Y vaya si tenían razón. Aquel sitio era todo un paraíso submarino. El agua estaba algo fría pero daba igual, no podíamos salirnos, no podíamos dejar de ver todo tipo de peces y corales. Y antes de irnos, justo cuando la cosa estaba perdiendo algo de emoción, nos dimos cuenta de que teníamos una tortuga jovencita a nuestro lado.



Después de tanto subidón y tanto buceo nos acercamos a comer al Rebel Kitchen, un sitio pequeño pero muy conocido y muy apreciado por locales y turistas. Parecía que este último día nos iba a salir redondo porque me quedé prendada del local y la comida: moderna, simple y de calidad. Además me encantó la idea de llevar un negocio en pareja (que solo abre de lunes a viernes) en el que él cocina y ella atiende en el mostrador y se encarga de la repostería. Aunque por lo que acabo de ver en su página web, tienen intención de apliar el negocio, contratar a más personal y abrir los fines de semana. Espero que les vaya muy bien y que sigan sirviendo bocadillos tan ricos como el de ono (uno de los pescados más populares de Hawái) con pan de ajo y mayonesa estilo cajún.

















Pasamos las últimas horas de luz en la playa y paseando por senderos que cruzaban campos de a'a. Fue una despedida algo melancólica, mientras nos bebíamos los últimos rayos de sol y hundíamos los pies en la arena, intentando recordar con todo detalle esa sensación de calma y libertad.

Cenamos antes de ir al aeropuerto, antes de comenzar con la locura de vuelos, transbordos y demás. Fuimos al Kona Pub and Brewing, donde se hace la cerveza local más famosa de Hawái. Bebimos, comimos tacos de pescado y degustamos un postre delicioso y gigantesco.



























Aquí podéis contemplar el pastel de haupía con boniato morado de Okinawa en todo su esplendor. Ligéramente dulce, denso y aromático, nos costó lo suyo terminarnoslo entre dos. El Dr. Marido tiró la toalla antes que yo... 
Como ya os conté anteriormente, la haupia es una especie de gelatina elaborada con leche de coco (los puristas hacen su leche de coco en casa, eso de comprarla enlatada es sacrilegio), azúcar y pia (almidón que se obtiene de los tubérculos de la planta Tacca leontopetaloides) que suele servirse en los luaus y demás celebraciones. La mezcla de este dulce con el boniato morado es todo un acierto, aunque creo que deberían replantearse el tamaño de las porciones...



De nuestra vuelta quedan recuerdos de cansancio mezclado con alegría y tristeza.

Cada vez que recuerdo algo de Hawái me pregunto qué parte será verdad y qué parte será fruto de mi imaginación, porque parece demasiado bonito para ser cierto.






Para leer el resto de entradas sobre Hawái:



6 de marzo de 2015

HAWÁI PARTE II: MAUI



Parece que ha pasado un año desde que volvimos de nuestro viaje. Ha nevado tanto y ha hecho tanto frío por estas tierras del norte del estado de Nueva York, que me da la impresión de haber soñado que una vez estuvimos en el fin de mundo.


La isla de Maui fue nuestra segunda parada en Hawái. Sabíamos que íbamos a visitar una de las islas más turísticas (Oahu es la primera), algo que no nos motivaba mucho, pero era el precio que había que pagar a cambio de disfrutar del océano en calma.

 
Costa de Molokini



A nivel gastronómico Maui ofrece lo que cabe de esperar de un sitio turístico: unos pocos restaurantes exclusivos con precios prohibitivos y demasiados sitios del montón asequibles para el resto de los mortales. 
Para nosotros no fue nada del otro mundo, alguna que otra decepción, como un mahi mahi en tempura que nos tomamos en el restaurante del hotel (que resultó ser algo muy parecido a los palitos de pescado congelados) y alguna sorpresa como la ensalada de papaya verde y gambas del Café O'Lei.

Vamos, no os penséis que me estoy quejando... solo quiero dejar claro que un sitio en el que se puede cultivar todo tipo de frutas y verduras, en el que se puede encontrar pescado fresco con facilidad... no esta aprovechando su potencial. Pero vamos, que en cuanto me empezaba a mosquear, me pedía una piña colada y se me pasaba.

  El primer día pudimos degustar un aperitivo (pupus en hawaiano) que entusiasmó al Dr. Marido: gambas fritas rebozadas en coco rallado. La salsa de chile dulce es clave para conseguir que este plato sea totalmente adictivo.



Al día siguiente fuimos a Waianapanapa, una playa de arena negra muy famosa en Maui. 




Esta playa, a la que describen como a hidden gem (algo así como una joya escondida) se encuentra en un parque natural al final de la Hana Highway, una carretera de montaña con muchas curvas (valga la redundancia) en la que tienes que estar conduciendo a unas 20 millas por hora durante unas dos horas para ver cómo muchísima gente ha decidido darse el mismo palizón de carretera que tú. Es cierto que viendo las fotos ahora, me parece un sitio realmente especial, pero en su momento, después de tanto mareo en el coche lo único que veía era una diminuta cala repleta de gente. Digo diminuta porque soy de Cádiz, más concretamente de la playa de El Palmar y a parte de ser exagerada, estoy acostumbrada a las playas tamaño XXL. 


Volviendo por la misma carretera de montaña hicimos una parada  en la hippie-heladería más famosa de Maui: Coconut Glen's



Glen elabora sus helados 100% veganos con cocos ecológicos de cultivo propio. La verdad es que quedamos sorprendidos con la textura del helado y los diferentes sabores... normal que sean famosos en la isla.

Yo probé el helado de coco (con trozos de coco tostado y caramelizado) y el de chocolate con chile. El Dr. Marido escogió su clásico de plátano y chocolate. Todos los sabores aunque tienen un ligero aroma a coco, están deliciosos.




Esa misma noche cenamos en el Café O'Lei, el restaurante que más nos gustó en Maui. Siento no tener fotos... ya sabéis, ambiente romántico y cero iluminación. Me pedí un cóctel llamado Pele's Revenge mientras mirábamos la carta: ron aromatizado con coco, puré de fresas, soda y un golpe de chile. Suena raro y lo es. Creo que la próxima vez no seré tan valiente a la hora de pedir un coctel que sea picante.
Como ya os comenté antes la ensalada de papaya y gambas con vinagreta de fruta de la pasión fue una maravilla, así como el mahi mahi y el atún. Todo muy bien presentado y cocinado en su punto.


Al día siguiente fuimos a hacer snorkel a la isla de Molokini en una excursión organizada. Fue una experiencia inolvidable, tanto por el trato por parte de los guías, como por las vistas y los momentos subrealistas, como cuando un grupo de ballenas se acercó hacia nuestra zódiac a curiosear. Estar al lado de un grupo de gigantes marinos haciendo acrobacias ha sido uno de los momentos más intensos de toda mi vida. El invierno es temporada alta en Hawái, pero merece la pena sólo para poder ver las ballenas que se acercan a la costa por estas fechas.


Pez molón en Molokini

 
Había pasado casi una semana y todavía no habíamos probado el shave ice, una especialidad hawaiana. El shave ice es un tipo de helado hecho de hielo pulverizado al que le añaden siropes de sabores. Como no tuvimos la oportunidad (o el sitio en el estómago) de probarlo en Kauai, nos dirigimos directos al mejor de Maui según las opiniones en tripadvisor y la guía del Lonely Planet, el Ululani's Hawaiian Shave Ice. Y qué puedo decir, esta delicia helada no deja indiferente a nadie. Lo primero que llama la atención es el tamaño. Atentos a la foto, porque pedimos el tamaño más pequeño que tenían.


Shave ice de coco, mango y fruta de la pasión tamaño micro

Me sorprendió el cuidado y el tiempo que dedicaban a cada pedido, cómo iban recargando las máquinas con bloques de hielo transparentes como el cristal. Para mi fue una gozada poder ver como cada bola se hace frente al cliente, pulverizando el hielo en ese mismo momento y dando forma cuidadosamente para que quede una textura fina y aireada que permita absorber el sirope por todas partes. Me llamó mucho la atención las opciones para añadir al shave ice: aparte de los siropes elaborados en la misma heladería (en su mayoría de frutas tropicales) puedes pedir una bola de helado de judías azuki para la base o mochi en trozos para poner por encima. Además, al lado del mostrador tienes un bote con polvos de Li Hing, elaborados con ciruelas encurtidas mucho más ácidas que las umeboshi, para espolvorear al gusto encima de tu helado. Esta costumbre de espolvorear dulces, frutas y golosinas con este polvillo ácido y ligeramente salado es típica de Hawái y aunque no suele gustar a todo el mundo a la primera, engancha una barbaridad.

Algo a lo que le dimos muchas vueltas fue el ir o no a un Luau.  La fiesta Luau es una tradición hawaiana (muy turística en la actualidad) en la que se ofrece comida, bebida y espectáculo. Por una parte, es algo típico de Hawái, donde puedes disfrutar de la música y bailes tradicionales acompañados de buffet y barra libre. Por otra parte, o es cutre o es caro (carísimo) o en el peor de los casos, hortera y caro a la vez. La verdad es que nunca lo sabremos, porque decidimos ir a ver un espectáculo más contemporáneo, Ulalena y a cenar a un sitio más asequible en vez de ir al Old Lahaina Luau. Ulalena nos gustó mucho, aunque algunas partes de la historia nos parecieron algo abstractas ya que casi todo se cuenta a través de coreografías y si no conoces en profundidad la historia de Hawái, es normal que te pierdas un poco. Al terminar el espectáculo fuimos a uno de los sitios más populares y asequibles de la zona, el Aloha Mixed Plate. Tomamos el pescado fresco del día, mahi mahi a la plancha acompañado de la guarnición hawaiana de rigor: dos bolas de arroz una bola ensalada de pasta.



Nuestro último desayuno en Maui fue en el Sugar Beach Bake Shop, una pequeña pastelería que me hizo fantasear con abrir mi propio negocio...





Leoda's Kitchen and Pie Shop fue nuestra salvación para el almuerzo del último día: precios asequibles, ambiente relajado y buena comida. Un sandwich de atún fresco sellado, una ensalada y un par de cervezas locales nos ayudaron a despedirnos de la costa de Maui.



Según el Dr. Marido, clavadíta a Leticia Sabater




26 de febrero de 2015

ENSALADA AGRIDULCE DE REMOLACHA Y MANZANA



Como ya sabéis, somos muchos los amantes de la cocina con tendencias (ligeramente obsesivas) hacia el perfeccionismo. Es posible que a alguna gente le suene a cuento, pero es normal que no estemos contentos al 100% al preparar un plato o a la hora de conseguir un sabor sabor o textura. Y sinceramente, creo que si este inconformismo se lleva a la práctica con moderación, puede ser positivo, ya que nos motiva a seguir avanzando y aprendiendo. Peeero, si lo aplicamos (en mi caso) a escribir un blog, este perfeccionismo se refleja en no escribir esta o aquella entrada porque la receta se puede mejorar, porque las fotos son un horror o por lo que sea. Así que he decidido replantearme mis prioridades y dejarme de tanta tontería, porque al fin y al cabo mi objetivo no es otro que compartir lo que me gusta...aunque no sea perfecto.


Esta receta que os traigo hoy representa la otra cara de la cocina que me gusta: ridículamente simple, fresca y cargada de sabor.
Os animo a que la probéis.








Tiempo de preparación: lo que tardas en pelar y rallar los ingredientes
Nivel de dificultad: 0
Equipamiento especial: Una mandolina o un rallador (que pueda rallar grueso) y unos guantes de látex para no mancharnos con la remolacha.



Ingredientes

1 remolacha mediana cruda
2 manzanas pequeñas o una manzana grande
2-3 cucharadas de vinagre de manzana
2 cucharaditas de aceite vegetal (el que más te guste)
Sal


Preparación


1   Pelamos las manzanas y las descorazonamos. Pelamos la remolacha (acuérdate de ponerte los guantes para evitar teñirte las manos).


2   Rallamos los ingredientes por la parte gruesa del rallador o con la cuchilla de tamaño medio de la mandolina. Nos sobrará parte de la manzana y remolacha si usamos la mandolina (es mejor que cortarte intentando apurar al máximo).


3   Aliñamos al gusto, probando de vez en cuando hasta conseguir el punto deseado. A mi me gusta con mucho vinagre, aunque puedes añadir menos.

Dificil, ¿verdad? 




Consejos

  •  Puedes servir esta ensalada para acompañar pescados o carnes a la plancha o para darle vidilla a un sandwich. También puedes usarla para dar un contraste refrescante a una comida pesada o en un picoteo de quesos (o una fondue).

  • Si estás pensando en comprarte una mandolina, mi consejo es que te compres una japonesa. Una mandolina francesa de calidad es una maravilla, pero te va a salir por un ojo de la cara y según mi opinión es más adecuada para uso profesional. Yo estoy encantada con mi mandolina japonesa (de la marca Benriner y tamaño ancho), es muy fácil de montar y limpiar, no ocupa nada de espacio y corta cual katana de samurai.  
 
  • Usa el tipo de manzana que más te guste. Aunque no lo haya probado tengo la impresión de que las manzanas ácidas van muy bien en esta receta. También he usado peras (que estén crujientes) en vez de manzanas con muy buenos resultados.

  • Puedes usar tanto un aceite vegetal suave (girasol, nuez) como un aceite de sabor más fuerte (AOVE).

  • Si quieres darle un toque más cremoso, añade una cucharada de mayonesa al aliño y si te interesa que sea cremoso pero bajo en grasa, usa yogur natural sin azúcar. Como variación vegana, puedes añadir un puñado de nueces picadas.

  • Esta ensalada no tiene porqué reposar, aunque esta mucho más rica tras unas horitas en la nevera.